Arqueología | La historia escrita en los huesos | Entrevista al arqueólogo Fernando Santiago

Huesos de Merluza Austral, aún articulados, restos de comida de 6000 años antes del presente del sitio arqueológico Río Chico 1

La historia de la presencia humana de Tierra del Fuego se remonta a miles de años atrás, mucho antes de que la región fuera ocupada por “los hombres blancos”. Las personas que habitaron estas tierras lo hicieron durante milenios en perfecta armonía con el entorno natural, aprovechando los recursos que este les brindaba. Su existencia encontró el final con la irrupción de la “civilización” que conquisto estas tierras y los expulso de ellas. Con el genocidio y etnocidio de los habitantes originarios de la isla se fueron diluyendo su cultura, historia y experiencias. Sin embargo gracias al estudio de los materiales que dejaron nos es posible conocer muchos detalles de su estilo de vida.

Trabajos de campo y análisis zooarqueológico en el lugar, clasificando restos de lobo marino de la cama de huesos

Fernando Santiago es Licenciado en Antropología (UNR) y Doctor en Arqueología (UNICEN), y trabaja como investigador de CONICET en el CADIC de Ushuaia. “Mi principal tema de investigación es la zooarqueología, que es la parte de la arqueología que estudia los huesos de animales que se hallan en un sitio arqueológico” explica el investigador acerca del trabajo que lleva adelante en el Centro Austral de Investigación Científica (CADIC). Estos huesos pueden encontrarse en un sitio por acción de la naturaleza pero también pueden haber sido dejados por intervención de los seres humanos que se alimentaban de su carne o hacían algún otro aprovechamiento de ellos. Santiago explica que en la actual Tierra del Fuego “hubo dos sistemas bien diferenciados en la explotación de la fauna de la isla. Por un lado en el norte y este estaban los cazadores-recolectores pedestres enfocados principalmente en el guanaco, en momentos históricos llamados Selk´nam y Haush, y en el sur y el oeste estaban los cazadores-recolectores canoeros o “nómades del mar”, los Yámanas y Alacalufes, que enfocaban su economía a la caza y pesca de animales del ámbito marino como lobos marinos, peces y aves. Esto simplificando mucho el panorama, porque a través del tiempo la gente se fue adaptando y cambiando un poco sus economías”.
El sitio Las Vueltas 1 en proceso de excavación en el verano de 2012. Todos los huesos visibles en la foto son huesos de guanaco.

No sé si yo persigo a los huesos o los huesos me persiguen a mí, pero he tenido suerte en algunos hallazgos en sitios arqueológicos con grandes acumulaciones de huesos” explica Santiago acerca de sus descubrimientos más destacados y nos habla específicamente de tres que “nos cuentan historias, o mejor dicho, nos dan instantáneas de tres momentos distintos en la ocupación humana de la isla”. El primero de ellos es el sitio arqueológico Rio Chico 1, en el norte de la isla. En ese sitio hace aproximadamente unos 6000 antes del presente hubo una acumulación importante de valvas, pero al excavar y estudiar con detenimiento la estratigrafía del sitio se descubrió que este conchero tenía como base una capa de huesos de pescado de unos 3 o 4 centímetros de espesor. Santiago explica que “interpretamos el lugar como la explotación oportunista de esos peces varados, sabemos por análisis del ADN de los huesos de pescado que son merluza común, las personas estuvieron recolectando o pescando esos peces en las inmediaciones del sitio. Lo más probable es que en los piletones de la restinga se hallan acumulado este varamiento de merluzas y la gente capitalizó ese momento y lleno la despensa con pescado”. El estudio de este tipo de descubrimientos permite comprender como estas personas aprovechaban el recurso que el mar ofrecía. “Otro sitio que es muy importante para mí es Las Vueltas 1, está cerca del anterior, espacialmente, pero cronológicamente los hechos suceden 3000 años después” relata Santiago. “En este lugar están preservada información de varios momentos desde hace unos 3200 años antes del presente hasta hace unos 550 años. Es decir que hay acumuladas distintas ocupaciones humanas, en todos los momentos la gente fue a ese lugar porque era el lugar ideal para cazar guanacos”. El guanaco fue uno de los recursos más importantes para los cazadores del norte y centro de la isla. Ellos aprovechaban la carne y la grasa para alimentarse, pero también los cueros para vestimenta y los huesos para la fabricación de herramientas. “En la ocupación más moderna del sitio se dio una cacería de muchos guanacos, de más de 40 animales. El sitio quedó preservado por un evento de mucho viento que sepultó todo. Allí encontramos un fogón bien preservado y una pila de huesos de guanacos asociados. Alrededor del fogón había muchas herramientas de piedra y otras confeccionadas con los mismos huesos de los animales cazados” explica el investigador. Santiago relata que al estudiar los huesos descubrieron que se trataba de animales juveniles y machos. “Esto es importante de mencionar, porque de esta forma se estaba realizando un uso sustentable de los animales que se cazaban. Aunque se estaba cazando una gran cantidad, se lo hacía sin matar a las hembras o a los chulengos, que son los recién nacidos. De esta forma se preservaba el recurso” concluye el arqueólogo.
Acumulación de huesos de lobos marinos en la costa de Bahía Tethis, restos de la factoría que preparaba aceite y cueros en el lugar en la década de 1940.

Originalmente las poblaciones de guanaco era mucho más numerosas que en la actualidad. Esta especie aprovechada de forma sostenible por los habitantes originales por miles de años, fue diezmada al ser ocupada la tierra por los estancieros que los mataban para evitar que estos compitan por el alimento con sus ovejas. La llegada de los europeos y otros habitantes provenientes del continente americano significó un cambio drástico en la vida de los pueblos originarios y de la fauna de la región. Los nuevos habitantes explotaron indiscriminadamente el recurso provocando la disminución de las grandes poblaciones de animales que poblaban la región. “El último sitio que te quería mencionar es el de Bahía Tethis, en península Mitre, en este lugar hay una súper acumulación de huesos, pero de lobos marinos” relata Santiago. “Representa la explotación industrial de esos animales ya entrado el siglo XX. Había una empresa que tenía una concesión para cazar lobos marinos. Todos los años realizaban campañas en el verano entre 1940 y 1948 cazando y matando animales. Este lugar funcionó hasta que en 1949 el estado termina prohibiendo la caza de lobos en toda la Argentina. Los trabajadores le sacaban la piel a los lobos y el tejido adiposo y el resto era descartado. Con Martín Vázquez calculamos que hay representados más de 8500 lobos marinos. Imagínate la cantidad de carne desperdiciada, solo para que alguna persona adinerada del otro lado del mundo pudiera usar un abrigo de piel”.

La cultura occidental tuvo un fuerte impacto en la región. Desde el momento en que los primero loberos comenzaron a operar, la vida de los grupos humanos que habitaban la isla. “Un artículo muy reciente de dos investigadoras argentinas, muestra también que los grupos humanos en TDF empiezan a evitar las costas en los últimos 500 años, esto es porque si estabas en las costas, había más probabilidades de cruzarte con los barcos loberos, o comerciales que iban y venían a través del estrecho de Magallanes, y el contacto no siempre fue pacifico. Por el contrario, están muy documentadas las escenas de violencia, generalmente de parte de los occidentales para con los pueblos originarios” explica Santiago. “Otro cambio importante se da con la introducción de especies exóticas en la isla, como las ovejas. La frontera ganadera va avanzando incluso antes que apareciera algún tipo de ordenamiento de los estados nacionales argentino y chileno, y va de norte a sur y de oeste a este, empujando las poblaciones de guanaco y humanas al centro de la isla y a la parte del ecotono fueguino. Incluso hoy en día se pretende seguir persiguiendo a la población de guanaco, con el argumento de que hay una sobrepoblación” agrega el investigador. 



Claramente la irrupción de la cultura occidental marca un antes y un después en la dinámica de las relaciones de los humanos con la fauna. Los pueblos originarios quizás hacían un uso más sustentable del recurso, mientras que “el hombre blanco” diezmó especies en pocos años. “El caso de los guanacos es un buen ejemplo de aprovechamiento sustentable. Y la opción opuesta es el uso puramente comercial y depredador del sistema capitalista mundial que solo busca maximizar beneficios sin importar las consecuencias medioambientales, llegando casi a la extinción de lobos marinos, representado por el otro ejemplo que te mencionaba de la cama de huesos en Bahía Thetis” reflexiona Santiago.

En tiempos donde las miradas se vuelcan a la industrialización de la explotación del patrimonio ambiental, estudiar la historia escrita en los huesos nos da la posibilidad de aprender de quienes nos precedieron para no cometer los mismos errores del pasado.


Abel Sberna

Fotografía gentileza de Fernando Santiago.

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